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viernes, 7 de junio de 2013

El Mindfulness. Una terapia psicológica de aceptación


Seguramente mientras estás leyendo estas líneas experimentes diferentes situaciones dependiendo de cuanta habilidad tengas para permanecer en el momento presente.
Algunos/as de vosotros quizás estéis pensando en que tenéis que hacer cuando acabéis de leer esto. De esta manera no estaréis leyendo atentamente a lo que intento explicaros y al finalizar vuestra lectura no os habrá quedado claro que es el Minfulness y con una alta probabilidad mientras alejéis la vista de las letras estaréis pensando en que es lo que tenéis que hacer ya mañana.
Otro grupo de personas leerá esto y le pasará exactamente el mismo fenómeno. De pronto aparecerá un pensamiento en su mente que lo extraerá de la lectura pero serán capaces de decirse a si mismos: “a ver, estoy leyendo esto, cuando acabe la lectura de este artículo ya pensaré en las cosas que tengo que hacer”. Algunos/as incluso pararán la lectura para escribirse en un papel que es lo que le viene a la mente para evitar distraerse demasiado mientras intentan averiguar qué es esto del mindfulness. Sea como sea, este grupo de personas, cada vez que detecten un pensamiento, una emoción o una sensación física, como un picor en la pierna, dejarán que marche y se volverán a concentrar al máximo.
Otra serie de personas, la más afortunadas, podrán leer el artículo sin apenas distraerse porqué están muy acostumbradas a centrarse en el que están haciendo y dejar marchar casi sin darse cuenta cualquier distracción provocada por su mente. Aceptarán que luchar, huir, neutralizar esos pensamientos o emociones es imposible y que es más fácil dejarlos marchar como si fueran pájaros que vienen y van en el cielo.

Estas personas afortunadas seguramente puntuaran alto en escalas que miden las capacidades que facilitan el  mantenerse en aquí y en ahora, sin juzgar. Están interrelacionadas y se englobarían en: tres relacionadas con lo que se hace mientras se practica el mindfulness y otras tres en cómo se hace. En cuanto a las primeras tendríamos la capacidad de observar (darse cuenta o prestar atención) la experiencia presente, describir (notar o etiquetar las experiencias observadas con palabras, y participar (centrar toda la atención en la actividad en curso). Las segundas hacen referencia al cómo, incluyen: no juzgar (aceptamos, permitimos y nos abstenemos de juzgar), con conciencia plena (prestar toda la atención) y efectividad (utilizando medios diestros)

Mindfulness significa atención plena o mente centrada. Es una meditación aplicada a la terapia psicológica. Numerosos estudios científicos demuestran que las personas que practican meditación consiguen implementar cambios en su cerebro que les hacen vivir más aquí y ahora.
La cultura Occidental se mueve entre la tristeza que le generan hechos vividos en el pasado y la ansiedad que provoca la incertidumbre del futuro. Las culturas orientales fomentan con cada una de sus disciplinas (yoga, tai txi…) estar en constante conexión con su mente y su cuerpo para aprender que es lo que necesita en cada momento o que es lo que  mueve a la mente a actuar de manera impulsiva muchas veces utilizando mecanismos de defensa arcaicos.
La mente y el cuerpo, un todo en la cultura oriental y una separación completa en el mundo occidental desde Descartes (S.XVII). Por suerte ahora empezamos a tener pruebas del daño que puede hacerle la mente al cuerpo y el cuerpo a la mente. La mente y el cuerpo forman un todo indivisible.

¿Pero cómo se práctica el mindfulness y cómo se consiguen esos cambios?
Practicarlo tampoco es tan difícil. Sólo hay que proponerse que grado de implicación puedo adquirir con este ejercicio de limpieza mental diaria. Puedo empezar por intentar hacer muy consciente cualquier momento de mi vida que esté viviendo en este momento: desde leer estas líneas, concentrarme en mi ducha diaria o en como de fría está el agua y cuan suave es el jabón de los platos mientras los friego.
Después podemos llevar a la mente al gimnasio mental cada día dedicando algunos minutos a hacer una práctica más formal como concentrarse en la respiración o meditar caminando.
Si necesitamos una cura más intensa también puede estar bien plantearse llevar a mi mente a un balneario y pasar un retiro de unos días meditando en compañía de otras personas con las que no puedo intercambiar palabras.

Sea como sea, el mindfulness es, como hemos dicho, una habilidad así que podemos desarrollarla si nos lo temamos en serio y dedicamos un tiempo a ello. El cerebro tiene la capacidad de cambiar a cualquier edad en contra de lo que pensábamos. Pero los cambios necesitan de constancia. Para que nos hagamos una idea: para aprender a tocar la armónica necesitamos 50 horas de práctica y para el violín 1200 horas. Cómo cualquier otra técnica psicológica el poder de cambio no está en ella sino en la repetición que realizamos fuera de las consultas de los psicólogos, en cómo extrapolamos lo aprendido a cada área de nuestras vidas. Sólo así podemos interiorizar y automatizar los cambios, que estén preparados para dispararse cuando aparezca el estímulo adecuado.
El mindfulness no es nada nuevo, sólo es hacer consciente aquello que ya hacemos en muchos momentos de nuestra vida: vivir con plenitud, entera presencia y conciencia aquello que estemos haciendo en este justo momento.

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